Si crees que al pasar de monógamo a swinger la infidelidad desaparece, te equivocas. Solo se redefine.

La infidelidad es un tema que genera tensión en cualquier relación, pero existe un mito especialmente extendido: creer que al pasar de un estilo de vida monógamo al mundo swinger la infidelidad desaparece. Esta idea está muy lejos de la realidad. La infidelidad no se elimina; simplemente cambia de forma. En la monogamia se entiende como romper la exclusividad sexual o emocional con otra persona. En el swinger, donde el sexo con terceros puede ser consensuado, la traición no está en el acto físico, sino en romper acuerdos, ocultar información o actuar a espaldas de la pareja.

En una relación monógama el pacto principal es claro: solo nos deseamos y solo tenemos intimidad entre nosotros. Cuando una persona cruza ese límite, ya sea manteniendo relaciones sexuales, estableciendo un vínculo emocional profundo o incluso un coqueteo intenso que traspasa lo permitido, se considera infidelidad. Esto suele ocurrir por falta de deseo en la relación, búsqueda de novedad, validación externa, impulsividad o problemas emocionales no resueltos. En este modelo, la infidelidad nace cuando se rompe la exclusividad.

Cuando hablamos de parejas swinger el escenario cambia, pero el riesgo de infidelidad sigue existiendo. La diferencia es que aquí la base de la relación no es la exclusividad sexual, sino la transparencia. Lo que realmente sostiene a una pareja swinger no es evitar estar con otros, sino respetar los acuerdos que se han construido juntos. Por eso, la infidelidad aparece cuando uno de los dos repite con alguien sin avisar, mantiene conversaciones a escondidas, queda con otra persona sin consenso, miente sobre los límites pactados o desarrolla un vínculo emocional que decide ocultar. No es el sexo el problema; es el secreto.

La diferencia central entre ambos modelos de relación es sencilla. En la monogamia, la infidelidad se produce cuando se rompe la exclusividad. En el swinger, cuando se rompe la transparencia. En un caso se traiciona el “solo tú”. En el otro, se traiciona el “solo con acuerdos”. Por eso pasar del modelo monógamo al modelo swinger no es un antídoto contra la infidelidad. Tampoco la hace más probable. Lo que hace es desplazar el punto de vulnerabilidad: ya no se trata de evitar otros cuerpos, sino de mantener una comunicación real, límites claros y un nivel de honestidad que muchas parejas no están acostumbradas a practicar.

Al final, lo importante es entender que el swinger no borra la posibilidad de una traición; la transforma. La infidelidad no desaparece cuando se abre la relación. Se redefine. Si en la monogamia se traiciona con el cuerpo, en el swinger se traiciona con el secreto. Y esa es una verdad que muy pocas personas explican, pero que todas las parejas deberían conocer antes de dar el paso.

Carlos Nieblas autor

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