El mito del intercambio perfecto: cuando ser swinger no es lo que parecía
Cuando una pareja entra por primera vez en el mundo swinger, lo hace normalmente con una idea muy clara: el intercambio de parejas. La teoría suena emocionante, liberadora y llena de posibilidades. Pero con el tiempo, aparece una verdad bastante menos glamurosa: lograr que dos parejas tengan química sexual los cuatro es casi como encontrar un unicornio. Puede pasar, pero es muy difícil.
Y en esa búsqueda, caemos en un error común: decir “sí” cuando en realidad queremos decir “no”, solo para complacer a nuestra pareja o para sentir que estamos “haciendo lo correcto” dentro del mundo liberal. Pero ese falso consenso provoca lo contrario de lo que se busca: distancia emocional, frustración y una desconexión con lo que de verdad nos llevó a empezar este camino.
Una de las situaciones más frustrantes —y habituales— es cuando solo una persona de la otra pareja nos desea. La química no siempre es recíproca entre los cuatro. Y entonces, quien sí siente deseo se ve atrapado, sabiendo que no puede avanzar porque su propia pareja no aprueba ese encuentro, quizá por inseguridad, ego o falta de gestión emocional.
Esto lo hemos vivido tantas veces, que llega un punto en el que uno termina confesando: “Quiero, pero no puedo. Y estoy cansado de perder encuentros que sí deseaba”. Porque sí, si seguimos así, esto se vuelve aburrido. Si casi nunca se presentan esos momentos de verdadera compatibilidad recíproca, ¿en qué momento vamos a disfrutar de la vida sexual abierta que soñábamos? ¿Dónde quedó la evolución constante que esperábamos?
Al inicio, todas las parejas crean sus propios códigos, normas y límites, y eso está bien. Pero con el tiempo, muchos terminan viviendo encarcelados por esos mismos códigos. Límites que empezaron como protección, terminan convirtiéndose en murallas que nos separan del disfrute y bloquean el crecimiento de la relación. Porque el swinger no es lineal, es evolución. Si no redefinimos nuestros acuerdos según lo que vamos aprendiendo y sintiendo en el camino, nos quedamos estancados, dando vueltas en el mismo punto, sin avanzar hacia la verdadera libertad que buscamos.
Al final, se nos olvida algo esencial: ser swingers no es sinónimo de intercambio obligatorio, ni de control disfrazado de apertura. Es un viaje hacia la libertad sexual, el crecimiento en pareja y la confianza plena. Solo cuando dejamos atrás el ego y soltamos el control, empezamos a entender que amar no es poseer, y que permitir el deseo del otro —incluso cuando no participamos— puede ser la prueba más pura de amor y complicidad.
Porque, ¿qué da más placer que ver a tu pareja tener placer? Ese momento en el que no hay rivalidad, ni miedo, ni necesidad de control… solo confianza, deseo compartido y la certeza de que el amor no se divide: se multiplica.
¿Estás viviendo el swinger desde la libertad, o desde el miedo?
¿Estás creciendo con tu pareja o quedándote atado a las normas que alguna vez juraste respetar?
Si el ego o el control siguen marcando tus decisiones, quizá sea hora de recordar por qué empezaste este viaje: no era por sexo… era por libertad.
Carlos Nieblas autor